- ¿Quieres venirte?

+ ¿A dónde?

- A vivir la vida, a sacar una sonrisa sin preocuparte de las cosas, a saltar y llorar de la emoción y de la alegría, a viajar, a sentir.

El cambio es una constante

Ni yo puedo cambiarte ni tu puedes cambiarme.
Lo sé. Lo sabes.
Es un hecho. De hecho no te dejaría ni intentarlo, me refiero a cambiarme. Yo podría intentar cambiarte, pero cambiaría de opinión antes. 


Si cambiáramos no seríamos nosotros. Entonces nada tendría sentido. Seríamos versiones moldeables de otros gustos. Como morir para dejar de ser quienes somos sólo para nacer y cubrir necesidades ajenas. Las que nosotros mismos nos creamos cuando intentamos cambiarnos. Y créeme que lo intentamos pero, ¿conseguimos cambiar(nos)? ¿O sólo cambio yo? ¿O tú? Entonces llega el conflicto: yo hago más por ti que tu por mi. Y más trabalenguas. Yo cambio por ti todo lo que quieres que cambie pero tu por mi no cambias nunca. Y más enrevesado. Yo siempre intento cambiar cuando me dices que cambie pero cuando yo te pido que cambies no eres capaz de cambiar.
Y entonces nos intercambiamos, para que yo me convierta en ti o tu en mi. Prefiero pensar que tu en mi. Y pruebo mi propia medicina. Qué peligroso. Pero tu cambio tiene límite, el que puedes soportar (sin explotar). O peor aún, estallando. Y vuelves a cambiar. A ser tú, pero irritado. Y entonces es cuando me toca cambiar a mi. Las cosas cambian. Y recapacito.

¿De verdad merece la pena que nos pasemos la vida cambiando y moldeándonos sólo para complacer a otra persona? ¿Es proporcional nuestro esfuerzo a nuestro sentimiento? Yo no pienso cambiar de pensamiento y sé que tu tampoco, pero a lo mejor podemos cambiar la manera de enfocar las cosas. O de entenderlas. Quizás puede que consigamos que merezca la pena.
              ¿Que te parece? ¿Te cambias conmigo?



No hay comentarios:

Publicar un comentario