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viernes, 11 de septiembre de 2015

Volcán y tornado



¿Y qué si soy azul como el mar? ¿Impredecible? ¿Unos días calmado y otros embravecido? Me vas a querer igual. Lo sé. Lo sabes. No puedes vivir sin mí. Me amas y me odias, me comprendes y me ignoras, pero lo más extremo es que un día me dices que me quieres, que me necesitas y al otro no te acuerdas ni de mi existencia. Tal vez el problema no lo tenga yo si no tú, tal vez tengas razón al identificarme con el mar, pero olvidas las variables externas: ¿qué ocurre antes, el tornado o el tsunami? ¿O tal vez la erupción volcánica es la que provoca esta sucesión de olas incontrolables? En nuestro caso no hay olas ni lava, pero en ocasiones pienso que tienes gran habilidad de convertirte en ellas, en esos pequeños factores que con gran persistencia pueden ocasionar grandes desastres.
Nuestra relación se semeja a si un tornado conociera a un volcán, cómo si dos catástrofes de tal magnitud se juntaran. Ambas tienen el poder suficiente para acabar con, incluso, el planeta que tan dichosamente habitamos y juntas son capaces de doblar o incluso triplicar esa fuerza, pero también puede darse el caso de que se anulen la una a la otra. Tal vez nuestro vínculo no sea tan grandioso ni perturbado como parece a simple vista, tal vez lo que ocurre es que nos pasamos el día culpándonos el uno al otro de nuestras acciones erosivas, sin darnos cuenta del gran desgaste que nos producimos mutuamente.  


Esa sensación se ha acabado, o eso parece. Los días de inquietud, nerviosismo y ansiedad se esfuman y con todo ello las mariposas. ¿Realmente existieron? Creamos que sí. La afectividad, en cambio, si que estuvo presente aunque tal vez no de forma recíproca, es el fallo existente en depender de alguien que no depende de ti. Estado que no deseo a nadie.

Los engranajes son complejos y efectivos, minuciosos y útiles, pero basta con que una sola pieza se estropee para que se desbarate la maquinaria al completo. En nosotros (o tuyo y mío e intento de fusión) no hubo ninguna pequeña pieza que fallara, simplemente creo que nos aventuramos en un mecanismo aún en estado de desarrollo y el error estuvo en creer que podríamos completarlo con éxito sin la ayuda siquiera de unas instrucciones.
Equivocarse es de sabios (o eso dicen), siempre y cuando traiga consigo un mínimo aprendizaje. Nuestra evolución, sin embargo, derivó en un cúmulo de enseñanzas, de las cuales la mayoría no tuvieron ni la más mínima oportunidad de ser aprovechadas por ninguno de los dos. Fue una pena, pero es muy sencillo demostrar aquello que se mueve en el interior de una persona: basta con actuar, pero no sólo eso, ya que también se puede mostrar con la ausencia de acciones, que fue por lo que tú desgraciadamente optaste.


Nuestro vínculo puede considerarse mágico, no porque fuera especial, si no porque los trucos que empleamos fueron realmente cosa de hechicería. Ahora me doy cuenta de que siempre nos movimos hacia la misma dirección pero tal vez no a la misma velocidad. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado por el camino? ¿Quién ha perdido a quien? La respuesta a todas las preguntas sigue siendo un misterio. Tal vez fue comodidad o inconformismo, rebeldía o sumisión o el cóctel de todas ellas pero tengo algo claro, no hubo culpables a quien señalar.

Será extraño que pasen los días sin tu presencia cerca mía. Supongo que contigo se irán también las indecisiones, los pensamientos circulares sin sentido y las falsas actuaciones. Y tal vez sea injusto para ti pero, sinceramente, es lo que me viene a la cabeza con sólo recordarte. Decepción. El desengaño y la desilusión son términos que he aprendido de ti. Podrías haber sido un gran mentor, pero has hecho que sólo me quede con las partes de la frustración y la desilusión.

Supongo que se me hará difícil olvidarte y hago especial hincapié en el “supongo” ya que tan sólo es una simple conjetura que suele usarse en estos casos. ¿Debería de sentirme triste por tu pérdida o, por el contrario, aliviada? Creo que nunca me molestaré en saber la respuesta, aunque lo que sí que se es que jamás me sentiré culpable. Después de tantas vivencias, una aprende a seguir adelante, a buscar en quien confiar y apoyarse y, sobre todo, a no volver a caer. Eso último siempre es más complicado, pero intentaré cumplirlo.
¿Soy la única que piensa que todo fue mentira? Me resulta irónico ahora realizar preguntas de este tipo al aire pero, sinceramente y sin ánimo de ofender, creo que realizan el mismo efecto que cuando te las preguntaba a ti. Hoy incluso pienso que las respuestas de la brisa marina solventan mis dudas mejor que tu y, por supuesto, me aportan más calma y seguridad de la que llegaste siquiera a transmitirme.


Considero que es importante saber que hay momentos y parcelas en la vida de toda persona que requieren paz y seguridad, igual que existen muchas otras que exigen aventura y acción y, en este caso, creo que tu no supiste aplicar bien la fórmula. No me malinterpretes, cada uno en su interior presenta una ecuación distinta y tan sólo considero que tu no te acertaste a resolver la mía, cómo yo tampoco supe descifrar la tuya.

Todo esto me lleva a plantearme en que medida toman papel las dos personas que forman una relación a la hora de decidir el final de lo que las une. Son muchos los factores que toman relevancia en este asunto y, por supuesto, nunca comparables entre relaciones. Siempre es difícil que gane la razón al corazón, pero cuando amas a una persona, muestras interés por ella. No lo digo yo, se trata de ley de vida, por eso creo que ambos merecemos algo mejor que estar juntos pero anulados, igual que lo harían la lava del volcán con la ventisca del tornado.

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