¿Y
qué si soy azul como el mar? ¿Impredecible? ¿Unos días calmado y otros
embravecido? Me vas a querer igual. Lo sé. Lo sabes.
No puedes vivir sin mí. Me amas y me odias, me comprendes y me ignoras, pero lo
más extremo es que un día me dices que me quieres, que me necesitas y al otro
no te acuerdas ni de mi existencia. Tal vez el problema no lo tenga yo si no tú,
tal vez tengas razón al identificarme con el mar, pero olvidas las variables
externas: ¿qué ocurre antes, el
tornado o el tsunami? ¿O tal vez la erupción volcánica es la que
provoca esta sucesión de olas incontrolables? En nuestro caso no hay olas ni
lava, pero en ocasiones pienso que tienes gran habilidad de convertirte en
ellas, en esos pequeños factores que con gran persistencia pueden ocasionar grandes
desastres.
Nuestra
relación se semeja a si un tornado conociera a un volcán,
cómo si dos catástrofes de tal magnitud se juntaran. Ambas tienen el poder
suficiente para acabar con, incluso, el planeta que tan dichosamente habitamos
y juntas son capaces de doblar o incluso triplicar esa fuerza, pero también
puede darse el caso de que se anulen la una a la otra. Tal vez nuestro vínculo
no sea tan grandioso ni perturbado como parece a simple vista, tal vez lo que ocurre
es que nos pasamos el día culpándonos el uno al otro de nuestras
acciones erosivas, sin darnos cuenta del gran desgaste que nos producimos
mutuamente.
Esa
sensación se ha acabado, o eso parece. Los días de inquietud, nerviosismo y
ansiedad se esfuman y con todo ello las mariposas.
¿Realmente existieron? Creamos que sí. La afectividad, en cambio, si que estuvo
presente aunque tal vez no de forma recíproca, es el fallo
existente en depender de alguien que no depende de ti.
Estado que no deseo a nadie.
Los
engranajes son complejos y efectivos, minuciosos y útiles, pero basta con que
una sola pieza se estropee para que se desbarate la maquinaria al completo. En
nosotros (o tuyo y mío e intento de fusión) no hubo ninguna
pequeña pieza que fallara, simplemente creo que nos aventuramos en un mecanismo
aún en estado de desarrollo y el error estuvo en creer que podríamos
completarlo con éxito sin la ayuda siquiera de unas instrucciones.
Equivocarse
es de sabios (o eso dicen), siempre y cuando traiga consigo un mínimo
aprendizaje. Nuestra evolución, sin embargo, derivó en un cúmulo de enseñanzas,
de las cuales la mayoría no tuvieron ni la más mínima oportunidad de ser
aprovechadas por ninguno de los dos. Fue una pena, pero es muy sencillo
demostrar aquello que se mueve en el interior de una persona: basta con actuar,
pero no sólo eso, ya que también se puede mostrar con la ausencia de acciones, que
fue por lo que tú desgraciadamente optaste.
Nuestro
vínculo puede considerarse mágico, no porque fuera especial, si no porque los
trucos que empleamos fueron realmente cosa de hechicería. Ahora me doy cuenta
de que siempre nos movimos hacia la misma dirección pero tal vez no a la misma
velocidad. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué
ha pasado por el camino? ¿Quién ha perdido a quien?
La respuesta a todas las preguntas sigue siendo un misterio. Tal vez fue
comodidad o inconformismo, rebeldía o sumisión o el cóctel de todas ellas pero
tengo algo claro, no hubo culpables a quien señalar.
Será
extraño que pasen los días sin tu presencia cerca mía. Supongo que contigo se
irán también las indecisiones, los pensamientos circulares sin sentido y las
falsas actuaciones. Y tal vez sea injusto para ti pero, sinceramente,
es lo que me viene a la cabeza con sólo recordarte. Decepción.
El desengaño y la desilusión son términos que he aprendido de ti. Podrías haber
sido un gran mentor, pero has hecho que sólo me quede con las partes de la
frustración y la desilusión.
Supongo
que se me hará difícil olvidarte y hago especial hincapié en el “supongo”
ya que tan sólo es una simple conjetura que suele usarse en estos casos. ¿Debería
de sentirme triste por tu pérdida o,
por el contrario, aliviada? Creo que nunca me
molestaré en saber la respuesta, aunque lo que sí que se es que jamás me
sentiré culpable. Después de tantas vivencias, una aprende a seguir adelante, a
buscar en quien confiar y apoyarse y, sobre todo, a no volver a caer. Eso
último siempre es más complicado, pero intentaré cumplirlo.
¿Soy
la única que piensa que todo fue mentira? Me resulta irónico ahora realizar
preguntas de este tipo al aire pero, sinceramente y sin ánimo de ofender, creo
que realizan el mismo efecto que cuando te las preguntaba a ti. Hoy incluso
pienso que las respuestas de la brisa marina solventan mis dudas mejor que
tu y, por supuesto, me aportan más calma y seguridad de la que
llegaste siquiera a transmitirme.
Considero
que es importante saber que hay momentos y parcelas en la vida de toda persona
que requieren paz y seguridad, igual que existen muchas otras que exigen
aventura y acción y, en este caso, creo que tu no supiste aplicar
bien la fórmula. No me malinterpretes, cada uno en su interior
presenta una ecuación distinta y tan sólo considero que tu no te acertaste a
resolver la mía, cómo yo tampoco supe descifrar la tuya.
Todo
esto me lleva a plantearme en que medida toman papel las dos personas que
forman una relación a la hora de decidir el final de lo que las une. Son muchos
los factores que toman relevancia en este asunto y, por supuesto, nunca
comparables entre relaciones. Siempre es difícil que gane la razón al
corazón, pero cuando amas a una persona, muestras interés por ella. No lo digo
yo, se trata de ley de vida, por eso creo que ambos
merecemos algo mejor que estar juntos pero anulados, igual que lo harían la
lava del volcán con la ventisca del tornado.